Silvana Estrada creció con la música muy clavada en el corazón. Hija de padres instrumentistas, madre clarinetista y padre contrabajista, la joven cantantora y compositora mexicana de 27 años de edad, creció en Coatepec, Veracruz, rodeada de notas, melodías e instrumentos musicales que sus padres, desde hace mucho tiempo, se dedican a construir. Su pasión por la música solo se equipará con lo mucho que también le gusta la poesía. De joven, se pasaba los días escribiendo versos, cuentos, cantando y aprendiendo a tocar instrumentos musicales en una región de su país donde la música tiene un carácter colectivo y social.
Sus primeros años de vida -y los que siguieron- se caracterizaron por su conexión con la música. «Son Jarocho, la música tradicional de mi tierra, es completamente colectiva, no existe la figura del artista. Todo el mundo canta, toca y baila. Es como una fiesta», cuenta la intérprete de temas como «Sabré olvidar», «Sabrás que no» y «Tristeza». Ese género musical que marcó su infancia se toca principalmente en los fandangos, donde se combina con la danza zapateada y la poesía cantada. Era natural que Silvana Estrada intentara, desde joven, incursionar en el mundo de la composición aunque tuvo que pasar por mucho antes de lograrlo.
Mientras crecía, tomó clases de piano y trompeta. Estudió Jazz en la Universidad Veracruzana. Luego se mudó a Nueva York para seguir con su carrera musical, allí se subió a distintos escenarios y colaboró con el músico de jazz Charlie Hunter. Tras un periodo en esa ciudad, se marchó a Ciudad de México. En ese momento, recuerda Estrada, quiso juntar sus dos pasiones: la música y la escritura. No le salió a la primera.
«La verdad es que no me salía. Tocaba el piano y lo sentía como muy frío, tocaba la Jarana y era muy específica y brillante. No encontraba el sonido que realmente me hiciera volar», confiesa. De repente, un día encontró un cuatro venezolano en casa de sus padres. No hubo vuelta atrás. La música que surgió cuando lo tocó la deslumbró. «Fue increíble. Me enamoré y a partir del cuatro comencé a escribir canciones. Todo mi álbum Marchito está escrito en el cuatro venezolano y es un instrumento que amo porque probablemente sin él no estaría haciendo música ni hubiera hecho canciones. Casi que le debo la vida al cuatro venezolano. Somos compañeros desde hace mucho tiempo, viajo siempre con el cuatro. Ha sido un camino muy bonito», afirma.
El resto es una historia de amor entre ella y su cuatro, una relación que actualmente la está llevando de gira por Latinoamérica y que, por primera vez, la trae a Caracas. Producido por Cúsica, Estrada anunció un concierto en el Centro de Arte Moderno el 30 de agosto a las 8:30 pm. Las entradas, que costaban 25 y 30 dólares más impuestos, se agotaron en cuestión de días. La popularidad de la cantautora mexicana llevó a los productores a abrir una segunda fecha, el 31 de agosto, a la misma hora. Los boletos también agotaron al poco tiempo.