
Luis Pérez Guevara
Querido Santa, Niño Jesús o como te llame la conveniencia comercial. Te escribo después de unos cuantos años sin hacerlo, pero tú aún debes recordar porque dejé de hacerlo. ¿Recuerdas? Me imagino que no, pero como ando en una de reencuentro, paz y convivencia te refrescaré la memoria. Una noche de la que olvidé el año, dejé mi cartita, como siempre nos decía mi mamá, en la base del arbolito de navidad; en ella te pedía un par de pistolas con su cartuchera porque ¿sabes? quería parecerme al Llanero Solitario – mi héroe de aquellos días infantiles- y aquella noche que se me hizo muy larga, por cierto, casi no dormí y apenas despuntó el alba me levanté a buscar tu regalo, pero no encontré nada. No lloré, pero juré que nunca más te escribiría y cumplí mi juramento, claro hasta hoy. Lo recuerdo como si fuese ayer, acto que concluí con epítetos despectivos hacia ti, de los que hoy me arrepiento y te pido perdón por ello. ¡Cosas de muchacho! que cree que ante un pedimento hay siempre un dar.
Después de tantos días, y perdona la distancia, lo vuelvo a hacer. Ahora para solicitarte algunas cosas intangibles, pero de gran valor, y no lo hago solo para mí, sino también para mis compatriotas que comparten conmigo el mismo terruño donde a una vulgar calle la llaman avenida y a un peladero, estadio. Quiero, pero esta vez ¡por favor cúmpleme!, que no nos arrope definitivamente el miedo que paulatinamente nos está cubriendo; porque ahora sentimos MIEDO al transitar por las calles de mi Princesa y se nos rompa el tren delantero o se nos explote un neumático de nuestro vehículo al caer en uno de los millones de huecos que las adornan; MIEDO de ser atracados en cualquier parte y hora del día y no contar con ningún ente que nos respalde o salvaguarde nuestra integridad física; MIEDO a decir lo que sentimos por temor a represalias; MIEDO a que una alta tensión nos queme los electrodomésticos que con tanto sacrificio hemos adquirido o que se nos dañen los alimentos porque la energía eléctrica se ausentó durante varias horas en el día; MIEDO a ir a una entidad bancaria a retirar algún dinero y a ser abordado por un atracador que con insólita exactitud te pide lo que sacaste de la misma; MIEDO que hace que conduzcas a 20 kph porque de repente otro vehículo o motorizado, manejando en contra del flechado, colisione contigo; MIEDO a reclamar lo que nos pertenece por pensar que como respuesta recibiremos unos tiros; MIEDO a sentarnos en la acera de nuestras casas, como lo hacíamos antes, por sospechar que allí mismo podemos ser atracados; MIEDO a ir a una oficina gubernamental y que cualquier burro enzapatado te responda con una patada; MIEDO que nos obliga a poner rejas en puertas y ventanas por creer que con ellas podemos dormir tranquilos. Finalmente, querido Niño Jesús, quisiera que despiertes, en las familias, los principios y valores del buen vivir, que se están alejando de manera intempestiva de sus aleros; así mismo, que ilumines a nuestros conciudadanos para que la sensatez obnubile la aberrante politiquería y piensen muy bien a quienes van a elegir para que rija los destinos de nuestros pueblos y, ya para concluir, que a nuestros cuerpos policiales y judiciales el farol de la justicia les indique el camino correcto a seguir. ¿Te pido mucho? No creo, son cosas sencillas que si nos ayudas a cumplirlas podremos recuperar la alegría, la confianza y la fe en nosotros mismos y en quienes nos administran y así renacerá, seguro estoy de ello, la esperanza en los días por venir. Te quería pedir otras cosas, pero Tengo MIEDO